#ElPerúQueQueremos

El tema no es la casa

Publicado: 2012-10-25

...La relación de Alan García con la promoción de la cultura peruana ha sido siempre peculiar. García es un populista a la antigua, de esos que reconocen en los temas culturales, sobre todo, un valor propagandístico, y se dan cuenta de que la esfera de las artes y las letras en el Perú está tan relegada que los más pequeños favores que reciba del Estado pueden cauterizarla y apaciguarla.En su primer gobierno, que nada hizo por fomentar la producción cultural peruana o difundirla inteligentemente, García se compró el cariño de la izquierda, y de las juventudes de izquierda, sobre todo, con un recurso fácil: la creación del famoso CICLA, el Consejo de Integración Cultural Latinoamericano, que, pese a llevar nombre de organismo permanente, en verdad era un fantasma que encarnaba sólo para organizar festivales de música a los que acudían, en Lima, todas las estrellas de la llamada "nueva trova" y sus círculos afines.En su segundo gobierno, cuando ya no dispuso del amor de los músicos de izquierda, y cuando esos músicos había pasado a representar, para él, lo peor del pasatismo en América Latina, García optó por un recurso distinto: la construcción o la habilitación de grandes espacios culturales: teatros, museos, etc., aunque los lineamientos del contenido que cada cual debía albergar fueron mayoritariamente dejados al azar.De todos esos espacios, el que menor inversión necesitó y el que más activo se ha mostrado en estos años, incluso ahora, es la Casa de la Literatura Peruana, fundada en el edificio de la antigua estación de trenes de Desamparados, justo frente a una esquina posterior de Palacio de Gobierno.En los mismos años en que esa casa entró en funcionamiento, García y el Congreso de la República aprobaron leyes que son, esencialmente, la destrucción de lo poco que teníamos y la inhabilitación de lo mucho que podríamos tener en materia de enseñanza de la literatura en las escuelas peruanas.La ley bandera de ese aniquilamiento es el Plan Lector, que deja en manos de editoriales y comerciantes los contenidos de los currículos de lectura en los colegios del Perú, y que, efectivamente, ha convertido en lectura escolar cualquier cosa que los vendedores de libros quieran colocar en los colegios (muchas veces, como sucede con Javier Arévalo y Gustavo Rodríguez, los libros que los mismos vendedores escriben).Muy pocos escritores (tan pocos que es difícil recordar quiénes) han protestado por esa destrucción de la educación literaria en las escuelas peruanas. Muchísimos, en cambio, se han prestado a ella, animados por el hecho simple de que sus propios libros se han convertido arbitrariamente en lecturas colegiales, alcanzando ventas que nunca antes han tenido.Y muchos escritores van a protestar por lo que parece ser el inminente cierre de la Casa de la Literatura Peruana, ahora que la Presidencia del Consejo de Ministros está interesada en trasladar sus oficinas al local de Desamparados. Curiosamente, muchos de esos escritores se consideran y se publicitan a sí mismos como enemigos del sistema (Oswaldo Reynoso, por ejemplo, es uno de los caseritos de la Casa de la Literatura).Siempre quiero ser trasparente, así que aquí va: yo también me presenté ahí una vez. Fui invitado por el Centro de Estudiantes de Literatura de San Marcos y por la Red Literaria Peruana para dar una charla sobre el proceso de escritura de mi novela El anticuario y agradecí mucho la invitación. Me llamó la atención, sin embargo, debo decirlo, la prominencia de los retratos de Luis Alberto Sánchez, la estratégica distribución de los pequeños homenajes a la literatura aprista: era un pequeño santuario para la reescritura de la historia literaria peruana desde la nueva perspectiva oficial.Imagino que, con el gobierno de Ollanta Humala, que lamentablemente no parece considerar la cultura importante ni siquiera como instrumento de propaganda, esa estrechez partisana, irónicamente, se ha perdido para bien.El asunto, creo yo, ahora, no es regresar sobre las suspicacias que uno haya tenido en el primer momento. El Perú no es una sociedad en la que los esfuerzos en favor de la difusión cultural puedan ser desestimados y echados al tacho fácilmente, porque escasean y son necesarios. La Casa de la Literatura debería ser puesta en manos de una directiva que esté más allá de las razones momentáneas de cada gobierno y debería trazarse una línea de trabajo que la haga relevante, que la diferencie de cualquier simple "centro cultural".No está actuando así ahora: hoy es un lugar donde se presentan los grupos de poetas que consigan una de sus salas, no importa si son poetas relevantes o no, y donde se dictan cursillos de creación literaria exactamente iguales a los que se puedan dictar en cualquier otra parte. La Casa de la Literatura Peruana, pese a los esfuerzos de su dirección, no tiene un norte muy definido, no ha reclamado para ella una labor y un campo de labor que la hagan necesaria. Pero no tiene por qué no reclamarlos en el futuro inmediato.Mi impresión es que debería ponerse en manos de un patronazgo o de un consejo de directores que sean gestores culturales reconocidos, que dibujen una línea de acción, que sea un grupo de personas permanente y en el cual no se acentúe ninguna línea política particular: gente del mundo de la cultura que no sea reemplazada al capricho de cada nuevo gobierno y que construya un proyecto con cierta lógica: no debe ser simplemente un espacio cuyas salas se vayan llenando mes a mes con lo que salte en el camino.Por cierto, tampoco me estoy refiriendo a formar un consejo de notables elegido según los criterios nacionales más extendidos: eso nos dejaría con una directiva conformada, muy probablemente, por algún mal escritor, un empresario exitoso, una reina de belleza y, por supuesto, inevitablemente, un cocinero.Si la Casa de la Literatura Peruana quiere ser relevante y no quedar librada al capricho de políticos sin oficina, debe plantearse como uno de sus temas principales, por ejemplo, el que mencioné antes: la pregunta sobre qué hacer con la enseñanza de la literatura en los colegios del Perú. Es inaceptable que el Estado mantenga un espacio consagrado a la literatura y que en ese espacio no se discuta a profundidad el tema más crucial dentro de los que forman la relación entre el Estado, nuestra literatura y nuestra sociedad.De hecho, la función de una Casa de la Literatura Peruana debería ser poner en relieve explícitamente la importancia de la literatura dentro de la sociedad, pero para eso es necesario que sea administrada desde una idea clara de cuál es esa función. Y la función de la literatura no es bridar al público un cronograma de entretenimientos y de "actividades culturales".Si, en cambio, la Casa de la Literatura insiste en ser un local para arbitrarios recitales de poesía de quien quiera darlos, cursillos de escritura de quien quiera impartirlos, demostraciones de declamación directamente salidas del siglo diecinueve y funciones de títeres de la compañía que se ofrezca, entonces va a ser muy difícil probar que el Estado necesita invertir dinero en ella y aun más difícil argumentar que esa inversión es redituable, en el sentido cultural y en el sentido intelectual.Ojo con una cosa: incluso si es cierto que la PCM quiere tomar el local de Desamparados, nadie está hablando en el gobierno de terminar el proyecto de la Casa de la Literatura. Mi consejo para quienes se sienten con ánimo de reclamar es que dejen el asunto del local en un segundo plano y que aprovechen la coyuntura para reclamar por lo central: no dónde sino por qué, para qué y cómo....


Escrito por

gustavofaveron

Gustavo Faverón Patriau (Perú). Estudié literatura y lingüística en la Universidad Católica del Perú y una maestría y un PhD en literaturas hispanas en Cornell University. He sido profesor en la Universidad Cayetano Heredia, Stanford University, Middlebury Col


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Gustavo Faverón

Lo que me jode y lo que me gusta en la literatura y en la vida