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Los payasos de las pistas laterales

Publicado: 2012-09-16

...Desde las dos pistas laterales de ese circo de muchos anillos que es la política peruana, recibo esta semana dos descalificaciones divertidas. Por un lado, el huevonazi por antonomasia, Aldo Mariátegui, me llama "bloguero rojito"; por otro lado, quien alguna vez fuera Silvio Rendón me llama "derechista macartista".Lo divertido no es la contradicción entre uno y otro (con gente como Rendón y Mariátegui no hacen falta dos elementos para que haya contradicción). Lo divertido es que sin duda Mariátegui también considera a Rendón un "bloguero rojito" y quien alguna vez fuera Silvio Rendón, si aun es capaz de considerar cosa alguna, ha de considerar que Mariátegui es un "derechista macartista". Más curioso aun: en ese caso ambos están en lo cierto. Lo que confirma el viejo axioma: hasta un reloj malogrado dice la verdad dos veces al día.¿Por qué Rendón puede decir con absoluta certeza que soy un "derechista macartista" y Mariátegui puede decir con similar seguridad que soy un "bloguero rojito"? La respuesta es simétrica. Mariátegui está desde hace años en campaña para describir como "rojo" a cualquiera que no sea un macartista (el macartismo consiste en describir como "rojo" a todo oponente); Rendón, aunque con mucho menos éxito y sin duda mucho menos público, está en campaña desde hace mucho para llamar ultraderechista a cualquiera que no sea un rojo termocéfalo sin fisuras, sin dudas y sin matices.Una ironía: Rendón suele citar, cuando le conviene, las columnas de Mariátegui (tanto las que firma Mariátegui como las que escribe anónimamente, como si la brutalidad no dejase huellas digitales por todas partes); Mariátegui, por su lado, hace eco a los posts de Rendón, igualmente, cuando le resulta conveniente.Por ejemplo, ambos, el macartista y el rojito, se vuelven imágenes especulares uno del otro cuando el tema es la Comisión de la Verdad. Los dos detestan a la CVR, cada uno por un motivo contrario: Mariátegui porque el Informe final de la CVR denunció los crímenes del Estado y pidió que se procesara a los delincuentes oficialistas de la guerra sucia. Rendón porque el Informe final de la CVR señaló a Sendero Luminoso como el responsable crucial del conflicto, el mayor asesino, el detonante de la guerra.Ambos detestan el cálculo del número de víctimas que la CVR efectuó, porque ambos, Rendón y Mariátegui, querrían ver cifras más pequeñas, acusaciones parciales, inclinaciones hacia un lado u otro, no una evaluación serena que abarcara todo el asunto.Para Mariátegui, cualquiera que recuerde que el gobierno de Fernando Belaunde fue responsable del mayor número de crímenes contra la humanidad cometidos por el Estado es un "rojito"; cualquiera que subraye que los gobiernos de Alan García y Alberto Fujimori fueron genocidas es un "rojito"; cualquiera que observe que los militares responsables de esos crímenes deberían ser juzgados y que el Estado le debe una reparación a sus víctimas es un "rojito".Para Rendón, cualquiera que denuncie el rebrote del senderismo es un "macartista"; cualquiera que acuse a las nuevas organizaciones de fachada de Sendero Luminoso es un "macartista"; cualquiera que esté pendiente de los lobos con piel de cordero que tratan de infiltrarse en la política peruana sin haber renunciado a sus ideas criminales es un "macartista".Yo tengo la feliz desgracia de caer en ambos grupos. No estoy solo, ni mucho menos. Hay miles de peruanos infinitamente más influyentes que yo que están activamente opuestos a la desmemoria que proponen tanto Mariátegui, desde la derecha, como Rendón, desde la izquierda (aunque está claro el desbalance: Mariátegui es probablemente el más visible de los verdaderos macartistas peruanos; Rendón es un personaje más oscuro, secundario, cuyo perfil cae más en el mundo fantástico de los tejedores de teorías conspirativas que en el mundo de la política pública).Un artículo de Steve Levitsky, publicado hoy, se acerca a darnos una clave más. Levitsky se refiere al término "caviar", cuyo máximo impulsor en el Perú es el mismo Mariátegui. En un inicio, dice Levitsky, "caviar" servía para designar a todo aquel peruano que, sin ser una víctima de la inequidad social y económica de nuestra sociedad, abogara por su solución, por la funcionalidad de los mecanismos de inclusión, por la movilidad social, etc., y originalmente todo eso estaba asociado a la izquierda.Pero, dice Levitsky, el espectro de lo "caviar" se ha ampliado para incluir ahora a cualquiera que crea fundamentalmente en la funcionalidad de la democracia, el estado de derecho, la universalidad de los derechos humanos y el sistema de valores democráticos que subyace a todo ello. Con razones, Ana Trelles pregunta en Twitter: ¿acaso solo los "caviares" creen en todas esas cosas?La respuesta obvia es que no: hay gente en la izquierda tradicional y también gente de centro y de derecha que cree en todo ello. Lourdes Flores, por ejemplo, acaba de señalar que la lucha por destruir el prestigio y desacreditar los resultados de las investigaciones de la CVR no es una lucha moral sino una escaramuza política, no basada en principios sino en puro oportunismo.Pero Levitsky no está fuera de foco: la tendencia del término "caviar", no como bandera autoasumida sino como etiqueta negativa, a futuro, es el proyecto de desacreditar a todo el sistema democrático y a todos los defensores del sistema democrático, englobándolos en una misma categoría, pintándolos de rojo: la meta es que en algún momento defender la democracia sea, en sí mismo, una actitud sospechosa. Es el sueño dorado del macartismo.Y su contraparte izquierdista es la de quienes siguen discursos como el de Rendón: llamar ultraderechista a cualquiera que, en su defensa de los valores de la democracia, incluya una posición firme de rechazo al senderismo, al radicalismo violentista, a la estrategia de suplantaciones que Sendero Luminoso intenta llevar adelante a través de caballitos de Troya como el Movadef.El Perú merece una izquierda democrática y una derecha democrática. Yo que tantas veces he criticado la facilidad con que la izquierda cae en el juego de sus payasos más estrafalarios, alineándose tras personajes absurdos como Chávez, Morales, Correa o Castro, aplaudo el hecho de que en los últimos años el sentido común democrático en el Perú se esté manteniendo vivo sobre todo desde la izquierda, aunque no sea la izquierda partidaria, sino la izquierda de los organismos de derechos humanos, las asociaciones civiles, los movimientos feministas, etc.Pero hace falta también que la gente de derecha y de centro, los conservadores y sobre todo quienes se sienten liberales, reclamen su derecho a tener esas posiciones ideológicas sin la obligación de aplaudir a los equivalentes payasos estrafalarios de la derecha: Fujimori, PPK y sus Mariáteguis de turno, los que secuestran el nombre del liberalismo para legitimar todo atentado antidemocrático, toda prepotencia de los poderosos, los que creen que cualquier reclamo que venga de provincias es retardatario, los que minimizan el racismo o lo promueven, los que, como el cardenal Cipriani, son incapaces de conmoverse ante la muerte de los débiles y el sufrimiento de los marginados y mientras tanto planean a escondidas, o escondiéndose a la luz del día, la toma fraudulenta de instituciones democráticas como la Universidad Católica.Es inconcebible que la reinvindicación de los derechos humanos, por ejemplo, sea una línea fronteriza para separar izquierda de derecha. ¿En qué maldito momento la gente de derecha empezó a creer que los derechos humanos son una causa extrema, radical, subversiva, peligrosa, y que ellos no pueden enarbolarla sin renunciar a sus ideales políticos? Sin duda alguna los líderes más ilustres de la derecha peruana, como Luis Bedoya Reyes o Mario Vargas Llosa, no han creído nunca eso, y allí siguen, sin rebajarse al nivel de los derechistas cavernarios que ahora parecen representar todo ese lado del espectro político.Hace unas semanas el artista plástico Máximo Laura dijo en una entrevista que la violencia de Sendero Luminoso estaba históricamente justificada porque era un movimiento transformador y las transformaciones implican muertes. Hace un par de días, Cipriani dijo que la muerte de una niña en la selva hace poco era lamentable pero que, en fin, así son las guerras, que no se puede pelear una guerra "con guante blanco". Pues bien, si la gente de derecha quiere diferenciarse del senderismo, debería empezar por diferenciarse de la lógica, el lenguaje y la moral del senderismo. La izquierda ya denunció a Cipriani y compañía innumerables veces. Es tiempo de que los demás lo hagan también.No hay que olvidar una cosa: cuando Sendero Luminoso dividió discursivamente al Perú en dos esferas inconmensurables e irreconciliables y el Estado decidió responder dentro de la misma lógica, ocurrió lo inevitable: en un mundo artificialmente dividido en dos pero que en verdad tenía muchos más matices y compartimientos, todos los que habitaban en esos otros espacios se convirtieron en víctimas: "cualquiera que no es idéntico a mí es mi enemigo". Si les hiciéramos caso a los chiflados y aceptáramos dividir el país en "rojitos" y "macartistas", estaríamos otra vez violentando la realidad. La única manera de evitarlo es reafirmar que se puede ser de izquierda o de derecha o de centro, liberal o progresista, socialdemócrata o pragmático, sin hacerles caso a los payasos de las pistas laterales....


Escrito por

gustavofaveron

Gustavo Faverón Patriau (Perú). Estudié literatura y lingüística en la Universidad Católica del Perú y una maestría y un PhD en literaturas hispanas en Cornell University. He sido profesor en la Universidad Cayetano Heredia, Stanford University, Middlebury Col


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Gustavo Faverón

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